“NO NOS FIAMOS DE NUESTRAS PAREJAS. YO ME QUIERO PROTEGER”: LA PREVENCIóN CONTRA EL SIDA QUE INYECTA ESPERANZA A LAS SUDAFRICANAS EN UNA BARRIADA ASOLADA POR EL CRIMEN

Parar el coche en este cruce de Philippi equivale a jugársela. Que te roben a punto de pistola es un clásico en este mar de casas prefabricadas y montañas de basura, considerada la capital del crimen de Sudáfrica. En este foco de pobreza urbana la segregación racial es total y es además una zona de incidencia alta de sida, en el país con el mayor número de personas seropositivas del mundo. Pero aquí también está en marcha un proyecto piloto de salud, que podría cambiar la vida de miles de africanos, sobre todo de mujeres y niñas obligadas a menudo a tener sexo sin protección.

Dentro de tres caravanas alineadas en un aparcamiento y custodiadas por policías de paisano, la ciencia avanza en Philippi. En estos cubículos se ha puesto en marcha un proyecto piloto para administrar gratis la CAB-LA, la profilaxis preexposición (PrEP) inyectable, a quien la pida. La PrEP para el VIH es un tratamiento preventivo, que evita el contagio y que contiene medicamentos antirretrovirales, que son como los utilizados para tratar a las personas portadoras del virus y que protegen a las células del sistema inmunitario de la infección. Cualquier persona entre 15 y 29 años puede recibirla. Es sencillo y sobre todo más discreto que ir a un centro de salud, donde te puedes encontrar con alguien que conozcas.

Andisiwe tiene 26 años, ha venido hoy a la clínica móvil y espera su turno junto a las escalerillas de entrada. “Yo usaba la medicación, pero me voy a cambiar a la inyección porque a veces se me olvida tomármela”. Asegura que ha optado por la prevención porque “no nos fiamos de nuestras parejas. Yo me quiero proteger”.

“Tenemos miles de mujeres jóvenes que se infectan cada semana”, informa Linda-Gail Bekker, al frente del Centro Desmond Tutu para el VIH de la Universidad de Ciudad del Cabo. Bekker añade que “la violencia de género es un factor determinante en las infecciones. Muchas se encuentran en relaciones violentas en las que no pueden decidir cómo tener sexo seguro y en las que el consentimiento es un privilegio al que no pueden acceder”, asegura.

En Sudáfrica hay casi ocho millones de personas con VIH, de los cuales dos millones no siguen tratamiento. Mozambique y Nigeria son los otros dos países que encabezan la lista de los países africanos más afectados. De los cerca de 39 millones de infectados en todo el mundo, 20 de ellos viven en África.

La discreción es la clave del éxito de las CAB-LA, (abreviatura de cabotegravir de acción prolongada), cuyo efecto dura dos meses. Tomarse una píldora supone acordarse de tomarla a diario, pero también encontrar un lugar donde esconderla de tus padres o de tu pareja. “La inyección no se ve en ningún sitio. Tu pareja no ve nada”, explica Buisisine Lento, una trabajadora sanitaria que hoy atiende en las clínicas móviles de la fundación sudafricana Desmond Tutu instalada en el aparcamiento de Philippi. “Vemos que la inyección está teniendo muy buena aceptación y se va corriendo la voz entre los amigos”, añade.

No nos fiamos de nuestras parejas. Yo me quiero proteger

Este método es especialmente eficaz en sociedades como la sudafricana. Anne Githuku-Shongwe, directora regional de Onusida para África del Este y del Sur explica que en el hemisferio norte, la gente que utiliza los tratamientos preventivos son sobre todo hombres que mantienen relaciones con otros hombres u otros colectivos de riesgo como las trabajadoras sexuales, pero que en algunas regiones del continente africano, la situación es muy diferente. El 63% de las nuevas infecciones en esta zona de África son de niñas y de mujeres. La situación es aún más grave en el tramo de edad entre 15 y 19 años, donde el 77% de las infectadas son niñas.

“A menudo son niñas que no tienen sexo de forma regular. Puede que empiece el semestre escolar y que necesiten un uniforme nuevo o comprar compresas y tengan que recurrir al sexo transaccional, a cambio de dinero. Se trata de una desigualdad estructural que complica mucho la prevención”, explica Githuku-Shongwe a través de videoconferencia. Pone también de ejemplo cómo la situación se agrava con las sequías cada vez más recurrentes. Las familias no tienen qué comer y las niñas se convierten en una herramienta para conseguir comida. “Las niñas no tienen capacidad para negociar si el hombre se pone el condón o no”, asegura la experta.

El de Philippi es uno de los 10 proyectos pilotos desplegados en el país. En Zambia, en Zimbabue y en Malaui se han puesto en marcha otros, parte de un plan estadounidense de lucha contra el sida, pero son iniciativas de momento puntuales. Las CAB-LA están tardando en llegar a las regiones más afectadas por el VIH, como sucedió con el resto de tratamientos contra esta enfermedad en el pasado. El motivo es principalmente económico.

“En este momento es inasequible para la mayoría de los países africanos, pero nos hace falta para ayudar a controlar la epidemia en esta parte del mundo. En Sudáfrica nunca hemos llegado a controlar la infección”, explica Bekker. Esta científica, que es toda una referencia en el sector, considera que la CAB-LA es una innovación similar a la de los antirretrovirales, que comenzaron costando 20.000 dólares por persona (18.500 euros) y hoy cuestan 70 (65 euros).

Vidas perdidas

Costó muchos años y muchas vidas perdidas que los precios de los antirretrovirales bajaran. Ahora, los expertos piden que se reduzca también el precio de estos otros tratamientos para que las mujeres tengan acceso a distintas opciones al margen de los preservativos. Tres empresas indias trabajan en la fabricación de genéricos, pero a falta de la infraestructura necesaria, pueden tardar todavía un par de años en poder suministrar los inyectables, según estiman los expertos.

En barrios como Philippi no solo es mayor el riesgo de infectarse, sino que es también vez más difícil para la población acceder a los servicios. Tener fácil acceso a los tratamientos es la principal demanda de los usuarios, según las encuestas. El objetivo es llevar los tratamientos a la calle, donde está la gente. Por eso, en Sudáfrica han desplegado iniciativas para llevar la profilaxis a las peluquerías, a las tabernas y hasta a las escuelas. “Queremos demostrar que cuantos más puntos de acceso hay, más gente lo utiliza”, termina Bekker.

En las furgonetas de Philippi los usuarios pueden hacerse también la prueba del sida y de otras enfermedades de transmisión sexual, así como obtener anticonceptivos. En 90 minutos tienen los resultados de la prueba. Van a comprar algo al centro comercial al otro lado del parking y vuelven a por su resultado.

Githuku-Shongwe cree que para miles de chicas como las de Philippi, proyectos como el de las CAB-LA son muy eficaces, pero representan todavía una gota en el océano. “Está claro que para acabar con el sida hay que acabar con las desigualdades. El VIH no deja de ser un indicador de la desigualdad de género”.

Puedes seguir a Planeta Futuro en X, Facebook, Instagram y TikTok y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.

Conocer los hechos y acceder a información de calidad es más necesario que nunca. Sigue siendo parte de lo que ocurre a tu alrededor suscribiéndote a EL PAÍS

2024-05-08T04:08:48Z dg43tfdfdgfd