APRENDER EN TODAS LAS ETAPAS DE LA VIDA: EL SECRETO PARA UNA MENTE FUERTE Y RESILIENTE

Es habitual pensar en gente joven cuando se habla de la formación. Desde la niñez los niños están aprendiendo, después de los años de colegio obligatorio sigue siendo una opción para muchos seguir formándose con la enseñanza no obligatoria. Aunque no es imprescindible para conseguir trabajo, tener estudios ayuda a alcanzar algunos puestos laborales.

Sin embargo, hace mucho que estudiar dejó de ser algo solo de jóvenes. De hecho, es cada vez más habitual encontrar a gente mayor que estudia, y no es de extrañar. El envejecimiento es un rasgo característico de la sociedad del siglo XXI española. Estudios recientes indican que la esperanza de vida al nacer se sitúa alrededor de los 80 años en España. La mayor longevidad media, unido a la drástica disminución de la natalidad,  deja una población cada ve más mayor.

Junto con el aumento de la longevidad también han nacido nuevas inquietudes en este grupo de la población. Debido a los avances médicos, cada vez es un sector más numeroso, independiente y activo. De este modo, muchos aprovechan la jubilación como una segunda juventud en la que, libres de cargas y responsabilidades y con una independencia económica, vuelven a disfrutar de sus pasiones. Desde viajar hasta seguir aprendiendo, las opciones cada vez están menos limitadas.

De hecho, esta inquietud por aprender no solo es algo de la gente joven, sino que muchos ancianos, que no tuvieron la posibilidad de estudiar más allá de lo básico, y menos que eso,  aprovechan la vejez como una segunda oportunidad para formarse y aprender aquello que en su juventud no pudieron. Sus circunstancias han cambiado, por lo que ahora puede ser el momento perfecto.

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Más allá de las inquietudes personales de cada uno, estudiar es algo que puede beneficiar increíblemente en la vejez. De hecho, varias investigaciones han demostrado que la plasticidad del cerebro se mantiene en mayor o menor medida durante toda la vida, por lo que, si no existe una incapacidad médica derivada de ningún trastorno o enfermedad, estudiar a los 65 o más es algo beneficioso, dado que se mantiene la creación de conexiones en el cerebro.

Varios investigadores, como Álvaro Pascual-Leone, catedrático en Neurología de la Universidad de Harvard (E.E.U.U), en su libro El cerebro que cura habla sobre la importancia de tener un propósito en la vida para mantener la salud del cerebro. Y no es el único, hay especialistas que hablan concretamente de los beneficios de que ese propósito sea el aprendizaje.

Hay médicos que aseguran que a partir de los 65 años es bueno ejercitar el cerebro para prevenir y reducir el riesgo de caer en una depresión y combatir la aparición de la demencia, gracias a ejercitar la memoria y mantenerse motivado. Si bien es cierto que estudiar es una actividad enriquecedora en cualquier etapa de la vida, resulta especialmente beneficiosa durante la tercera edad. No solo por la estimulación cerebral que supone, sino que también por lo que implica ir a clase, socializar, moverse… 

Ir a clase no solo obliga a tener relaciones sociales, sino que aumenta la autoestima al ser autosuficiente y sentirse útil, apostando por cosas que enriquecen especialmente a uno mismo. Según el psicólogo David Salas, especializado en trastornos de ansiedad, depresión, problemas de conducta, coaching y la psicoeducación, entre otras, estudiar a una edad adulta tiene beneficios visibles en materia de salud mental. 

Según Salas, “las personas adultas están ahí voluntariamente, por lo que ponen más interés y les da otro sentido. La visión de futuro es porque lo desean. El estudiar en edades avanzadas ayuda anímicamente a tener un proyecto en la vida, una visión de futuro. Según los estudios, estudiar facilita mantener en forma las capacidades cognitivas o ejecutivas, la memoria... Sin duda, esa inquietud, esa motivación por querer estudiar, favorece a la salud mental”.

Por otra parte, según el profesor Martí Herrero del centro de Formación Profesional Educem de Granollers, sus alumnos entre los 40 y 50 años prestan más atención en clase y tienen, en general, una actitud diferente ante la materia en comparación con los alumnos más jóvenes. Además, asegura que se generan sinergias diferentes y unos aprenden de otros. 

Como se suele decir popularmente “el saber no ocupa lugar” y es que el conocimiento enriquece a quien lo adquiere, independientemente de la edad que tenga. Por eso, alguien con hambre por formarse podrá hacerlo, siempre que no haya barreras, del tipo que sean, que se lo impidan. 

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