LA SALUD MENTAL DE LOS VETERINARIOS, RESENTIDA POR LA SOBRECARGA DE TRABAJO: "NO RESPETAN, LES DA IGUAL QUE ESTéS CON TU FAMILIA CENANDO O DESCANSANDO"

Vida es una perrita mestiza que tiene un tumor en las mamas. Necesita que se lo extirpen con urgencia y, para ello, Pablo, un cirujano veterinario, se ha desplazado a una clínica en pleno corazón de Madrid. Aún le quedan siete intervenciones más y no sabe a qué hora terminará su jornada laboral.

Su teléfono siempre está con sonido: trabaja para la clínica que lo llame. Se define a sí mismo como un veterinario ambulante, pero no siempre ha sido así. Hace dos años se vio obligado a dejar su trabajo en un hospital veterinario por un conflicto de conciliación familiar. Tuvo un hijo con su pareja, quien trabajaba en su misma empresa.

“Un grupo de inversión compró el hospital y pasamos de ser empleados a ser números. El horario era incompatible con la vida en general del niño, porque era trabajar 11 horas los dos en el mismo horario, de nueve de la mañana a ocho de la tarde”, denuncia. Solo les quedaron los domingos para dedicarlos al niño.

El deterioro de la salud mental de los veterinarios es una realidad que mina su calidad de trabajo y que conduce a muchos a abandonar su empleo. Un estudio publicado recientemente por la UNED en colaboración con Boehringer Ingelheim sitúa la imposibilidad de conciliación familiar como una de las mayores preocupaciones de los veterinarios, pero no es la única.

Según dicho estudio, la sobrecarga de trabajo es el factor que más estresa a los profesionales. “A mí, que estoy de ambulante, me llaman hasta sábados y domingos. No respetan, les da igual que estés con tu familia cenando o descansando en mi casa un fin semana”, denuncia Pablo. El cirujano señala que aunque le gustan los animales, no por eso tiene que “hacerlo gratis o 24 horas, siete días a la semana”.

El 15% de los veterinarios trabajan más de 50 horas semanales. Elena es veterinaria en la misma clínica en la que, a veces, opera Pablo. La profesional recuerda un caso que les llegó a las 19:45, quince minutos después de que cerrasen. Su compañero y ella estaban todavía allí, porque tenían que limpiar y dejar todo en orden para el día siguiente.

“Se mosquearon porque no les quisimos atender. Yo me quería ir a mi casa también y hay hospitales que trabajan 24 horas. Entiendo que soy su clínica de referencia, pero yo también necesito mi descanso físico y mental”, subraya la veterinaria.

En 2023, la Universidad de Extremadura publicó que el 75% de los veterinarios clínicos sufren el síndrome de desgaste profesional o burnout. Entre estos, el riesgo de suicidio se duplica e, incluso, se triplica respecto a la media de la población. Lorena Millán, veterinaria que ha llevado a cabo el estudio en la UNED, señala que prácticamente todos los veterinarios conocen “a una, dos o incluso tres personas de la profesión que se han quitado la vida”.

Poco valorados y mal pagados

El suyo es un trabajo con una carga emocional muy fuerte. A veces los dueños no quieren o no pueden costear el tratamiento que necesitan sus mascotas. Elena cuenta que la preocupación por esos casos se la lleva a casa. Muchos fines de semana se los pasa estudiando y repasando para resolver un caso: “Dices, ¿qué hago por este perro? Si no hago nada, se va a morir. Y al final se muere, claro. Y tú te sientes mal, el cliente se siente mal y se crea un círculo de negatividad”.

A esto se le suma el rechazo que los precios provocan en la población, que muchas veces no es consciente de que el veterinario es un servicio que hay que pagar de igual forma que muchas personas pagan por la sanidad privada.

“Sois unos saca cuartos” es una crítica que los veterinarios escuchan frecuentemente y que se intensifica en los servicios de urgencias. Las consultas de emergencia son más caras, entre los 80 y los 90 euros. Los veterinarios señalan que gran parte del problema reside en que los clientes no saben que eso es lo que cuesta la sanidad.

La escasa valoración social se refleja también en los sueldos de los profesionales. Los veterinarios españoles cobran una media de 24.400 euros al año, casi la mitad que en Europa, donde el salario anual asciende a una media de 48.000 euros. “La gente piensa que cobramos un dineral, pero la realidad es que algunos veterinarios cobran casi lo mismo que un cajero del Mercadona”, lamenta Elena.

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